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Estoy desconectada de mí.


Estamos tan bien diseñados para sobrevivir que somos capaz de sobreponernos casi a cualquier situación para seguir adelante. Una de las maneras de protegernos del dolor es desconectarnos del cuerpo, silenciarlo, callarlo para así no sentir y sufrir.

¿Has sentido alguna vez que estabas desconectada de tu cuerpo? ¿Has tenido la sensación de no saber realmente lo que necesitabas? ¿Has sentido que al tomar decisiones te alejabas cada vez más de ti? ¿Sientes que vives por inercia, como si no estuvieras realmente conectada contigo? ¿Sientes que no sabes quién eres realmente?

Cuando vivimos un trauma sentimos un impacto emocional tan grande que necesitamos protegernos de alguna forma para seguir adelante.

Una de las posibles formas de protegernos es desconectarnos de nuestro cuerpo, silenciar nuestras sensaciones corporales, nuestras emociones y también, nuestras necesidades. Y cuando esto pasa, puede que tengamos la sensación de estar viviendo “por inercia”, sin sentirnos lo suficientemente conectadas con nuestra vida, con nosotras mismas y con las decisiones que tomamos.

Una parte de nosotras tiene tanto miedo de volver a conectar y revivir lo que ocurrió que prefiere anular todo tipo de sensaciones. Y esto, cuando se vive una experiencia muy dolorosa y desagradable, es necesario hacerlo para sobrevivir y ponerse a salvo, pero también impide conectar con las sensaciones agradables, con la sensación de calma y la sensación de seguridad, es como si no pudieras bajar la guardia aunque ya no estés en peligro.

La fobia a sentir sensaciones en el cuerpo que nos recuerde lo que ocurrió es una de las posibles respuestas del trauma psicológico.

Nuestro cuerpo es muy sabio y tiene la función de avisarnos de nuestras necesidades, de lo que nos hacen sentir las cosas y de lo que es peligroso, por eso, aunque intentemos no escucharlo para protegernos, él busca la manera de llamar nuestra atención en forma de síntomas. ¿Qué síntomas puedes tener si estás desconectada del cuerpo?

Sientes mucha ansiedad generalizada.

Tienes pensamientos obsesivos.

Tomas decisiones impulsivas.

Tienes sensación de vacío y tristeza.

No sabes qué necesitas.

No te sientes segura en las relaciones.

Tienes explosiones de ira.

Tienes sensación de insatisfacción constante.

Sientes miedo de tomar cualquier decisión.

No te sientes capaz de cuidarte.

Te desbordan las emociones.

Tienes una baja autoestima.

Estos síntomas son señales de que necesitas escucharte en un espacio de seguridad para poder comprender qué te está sucediendo. Detrás de estas llamadas de atención puede estar una experiencia traumática no integrada que busca ser mirada, escuchada, comprendida y acogida desde un espacio de seguridad y calma.

Al trabajar con trauma, veo a diario personas que arrastran estos síntomas durante mucho tiempo y que han podido incluso normalizar vivir con ellos. Nuestro trabajo en terapia va en la dirección de poder crear un espacio seguro basado en el vínculo terapéutico y poder trabajar con los recuerdos dolorosos que forman parte de la historia de vida de cada persona.

Solo cuando existe la suficiente seguridad se puede trabajar con el trauma y acceder a los recuerdos dolorosos, pero primero hay que crear un espacio de seguridad para que las defensas, las protecciones y el sistema nervioso puedan sentir que es el momento de poder mirar la herida, sentir la herida y curar la herida. Y para llegar a esto es muy importante ser cuidadoso con los ritmos de cada persona, respetar sus defensas y crear una relación terapéutica segura.

No tienes por qué seguir sobreviviendo, quizá es el momento de empezar a vivir.

 
 
 

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